
Cuantas veces nos hemos preguntado ¿Qué es el amor?... Cosa extraña tomado en consideración que vivimos con él, por él y para él… a veces nos cuesta trabajo definirlo. Y si acaso logramos dar una definición, sin lugar a dudas esta será parcial o de momento, lo más seguro es que si nos volvemos a hacer la misma pregunta semanas, meses o años después, nuevamente nos costara trabajo encontrar una definición que desde luego será distinta a las anteriores…
Patrick Suskind toma esta pregunta como punto de partida en su ensayo sobre el amor y la muerte donde describe…
El amor parece ir acompañado de algo misterioso, que se conoce exactamente pero solo se puede explicar de un modo insuficiente. Lo que sí es un hecho es que desde hace dos mil quinientos años todo lo que se escribe y canta al respecto expresa el convencimiento de que el amor es algo sublime, divino y redentor...
Suskind tiene sus dudas de que así sea, su descripción de tres tipos de enamoramiento no encajan con el concepto anterior. Incluso hasta el amor platónico que ve en la pareja lo divino y es el motor de la propia existencia parece no ser suficiente… ¿eso es realmente amor?... Es de llamar la atención su aseveración sobre este tipo de enamoramiento…
Esta bella apreciación tampoco es suficiente, su unilateralidad lo hace solo un instrumento para dar alas a verdaderas pasiones… ups… dio en el clavo…
La unilateralidad… eso es… tambien complica la respuesta a nuestra pregunta… El amor es reciproco y el que ama siente en carne propia pero solo percibe el sentir del ser amado… Sin duda una visión parcial que solo dará una definición parcial… En fin, sea cual sea la definición o concepto del amor, estoy de acuerdo con la conclusión de Suskind…
En el enamoramiento y en el amor se manifiesta una buena porción de estupidez…
El mito de Orfeo y Eurídice es un claro ejemplo de estas afirmaciones, además le sirvió a Suskind para recordarnos que la relación entre el amor y la muerte puede ser distinta a lo que normalmente estamos acostumbrados a ver, escuchar o leer... En esta historia no es el amor el causante de la muerte… Nadie murió de amor o por amor… El sentido es otro…
Orfeo es un doliente, perdió a su joven mujer mordida por una serpiente venenosa. Totalmente desconsolado hace algo que pudiera parecernos demente pero comprensible, quiere devolver a la vida a su amada muerta. No pone en duda el poder de la muerte ni cree tener la última palabra ni mucho menos trata de vencer a la muerte. No, solo quiere que le devuelvan a su amada Eurídice, y no para siempre ni eternamente, sino por la duración normal de una vida humana, a fin de ser feliz con ella en la tierra… El descenso de Orfeo al submundo no debe interpretarse como una acción suicida, sino como una empresa arriesgada pero totalmente orientada a la vida… Orfeo infringe el orden divino al introducirse en el reino de los muertos, va solo, confiado por completo a sus propios medios y armado solo de su lira, su voz y su lastimera canción... Su canción de una belleza embriagadora y desgarradora somete al Cancerbero sin chistar, el barquero Caronte olvida sus preceptos, las Furias guardan silencio amansadas, Tántalo no siente ya sus tormentos, Sísifo deja por un momento su trabajo y escucha, e incluso Perséfone y Hades ante cuyo trono comparece Orfeo cantando, consideran al intruso con cierta emoción… Orfeo entonces hace algo extraordinario, no reclama, no grita, no insiste, permanece modesto e inteligente, ruega y argumenta… Negocia… No es su deseo poner en duda el ilimitado poder de los soberanos sobre las almas muertas, sencillamente expone que a Eurídice se le corto demasiado pronto el hilo de la vida privándola de los años que realmente le correspondían, de todas formas, mas tarde, irá a parar al reino de los muertos... Orfeo pide vuelva a anudarse el hilo de la vida para llevar a su amada al mundo de la superficie, solo como un préstamo… Orfeo entonces descendió por amor, ese sentimiento que impulso al mismísimo Hades a arrebatar a Perséfone de un campo de flores y llevársela al Orco… Su causa tiene éxito, los soberanos del reino de los muertos conmovidos le devuelven a su amada… con la condición de que, en su camino al mundo superior, no debe volverse ni una sola vez hacia ella, que lo seguirá… Viene entonces el error… una horrible estupidez… vuelve hacia ella justo antes de salir a la superficie…
¿Por qué voltea? ¿Por su impaciente y gran amor hacia a ella?... Definitivamente NO…????... Bueno, parte hay de eso, es un hombre enamorado y en consecuencia con cierto grado de estupidez… Pero el concepto de unilateralidad nos da verdaderamente el motivo… Fueron las alas de sus verdaderas pasiones….
Orfeo es un artista y como todos los artistas no está libre de vanidad, no está libre del orgullo de su arte. Y como muchos artistas depende de un público que lo mire, lo escuche –lo lea-, lo aplauda o al menos reaccione ante él… Cuando descendió al submundo el efecto saltaba a la vista, todos los que lo oyeron se posaron a sus pies, hasta los innumerables muertos sin nombre… Ahora bien, al volver a subir a terrenos menos hostiles lejos de los muertos y todavía no lo suficientemente cerca de los vivos, Orfeo al saberse vencedor, en la euforia de su dicha, se pone a cantar… Se embriaga de la belleza de su propio canto, subestima el peligro, no lo ve porque el peligro viene de el… Ya casi por salir nadie lo oía, solo Eurídice. Y ella no decía nada… ni un aplauso… Tuvo un presentimiento horrible ¿Estaba allí?...Orfeo que es todo arte tiene que mostrarse y, para ver reflejada su alma, tiene que dirigirse a alguien… Por esto a pesar de todas las prohibiciones voltea… Ella estaba allí y la perdió por su culpa… Ella musito un adios apenas perceptible y volvió a hundirse para siempre en el Orco… Fallo el maravilloso intento de reconciliar los dos enigmáticos poderes de la existencia humana el amor y la muerte…
Pasando al terreno de la opera, existen tres muy conocidas sobre el tema; Orfeo de Monteverdi de 1607, catalogada como una de las primeras operas. Orfeo y Eurídice de Gluck estrenada en 1762. Y Orfeo en los Infiernos de Offenbach de 1858, opera cómica cuyo galop infernal se convirtió en el muy conocido Can-can…
Es de recomendar el pequeño ensayo de Suskind… pequeño pero con mucha sustancia, también es recomendable echar una mirada a sus referencias, como el banquete de Platón donde la elocuencia toma altos niveles, o deleitarse con la poesía de Novalis y por supuesto acordarse del buen amigo Orfeo quien la tuvo era suya pero la dejo ir… a Eurídice…
He aquí el fragmento más conocido y no menos bello de la opera de Gluck. Orfeo canta después de haberla perdido por segunda vez…
Che farò senza Euridice?
Dove andrò senza il mio ben?
Che farò? Dove andrò?
Che farò senza il mio ben?
Dove andrò senza il mio ben?
Euridice!... Euridice!
¿Qué puedo hacer sin Eurídice?
¿A dónde ir sin mi amor?
¿Qué puedo hacer? ¿A dónde ir?
¿Qué puedo hacer sin mi amor?
¿A dónde ir sin mi amor?
¡Eurídice! ¡Eurídice!